Un mal negocio con un motivo

La empresa de servicios públicos de Medellín, EPM, inicia su expansión internacional en el 2011, después de ser netamente regional desde su fundación en 1955. Ahora, la poco antioqueña EPM, invierte en Brasil, Guatemala, El Salvador, Panamá y Chile, lo que le genera el 11% de sus utilidades y uno de cada tres pesos que ingresan a la empresa. Como una multilatina: muy lejos de su objeto social y cercana, más bien, a un holding financiero. Ya lo decía el Concejal de la Ciudad, Carlos Mario Uribe del partido Cambio Radical: “EPM no es de todos. Tiene socios y hay que cumplirles”

En su afán de posesionarse como multilatina, EPM compró Agua de Antofagasta. Una empresa chilena que potabiliza agua de mar y la vende a sus clientes industriales y mineros, al tiempo que atiende el servicio de agua residencial y de alcantarillado en diferentes zonas del país austral. El argumento, defendido por Juan Camilo Quintero, ideólogo de las últimas administraciones, es que la demanda de agua aumentará en los próximos años y hacerse al negocio garantiza el éxito. La idea, aunque lógica, falla en sus lados, máxime, en Medellín que tiene un consumo de agua de 14 litros cúbicos por familia al mes, menor a los 17 recomendados por la Organización Mundial de la Salud.

Agua de Antofagasta fue compraba por EPM en 965 millones de dólares. La empresa que la vendió, el grupo LUKSIC, la adquirió por 186 millones, cinco veces menos. EPM, dice el periódico El Mundo, ofreció un 30% adicional a las otras ofertas en la subasta. Si el Gobierno Nacional hubiera seguido la misma lógica para vender ISAGEN, no habríamos feriado nuestro patrimonio público. Además, comparando el Ebitda de la empresa, EPM ofreció 13 veces su valor y no 9, máximo que recomiendan los expertos.

La recuperación a futuro de la inversión parece dudosa. Insiste el periódico El Mundo: “el Ebitda presente, en 18 años, con tasa de 9% anual, es de 700 millones de doláres”, 250 menos que lo pagado, sin contar impuestos, intereses y depreciaciones a futuro. Pero el mal negocio no para.

Para vender el líquido a sus clientes industriales o de alcantarillado, Agua de Antofagasta, ahora propiedad de EPM, debe salinizar el agua de mar lo que implica una inversión adicional. EPM pidió, entonces, un crédito a monopolios internacionales por mil millones de dólares o más de tres billones de pesos. Entre los destinos del crédito están: financiar inversiones, presupuesto y el proyecto Hidroituango, para el que ya habían prestado otros 680 millones en la gerencia de Federico Restrepo, fajardista pura sangre.

El crédito es caro. Libor (1.2%) + 1.4%, cuatro veces por encima de la tasa determinada por la Reserva Federal de los Estados Unidos (0.4%), más el plus del 1.4%.[1]    

Una inversión innecesaria, que no tiene posibilidades de recuperarse y que requiere financiamiento extra y muy caro. Es, a todas luces, un mal negocio. ¿Por qué se hizo, si nuestros dirigentes son, en el imaginario paisa, expertos que llevan a Medellín a ser la mejor ciudad de Latinoamérica?

No es cierto que sean expertos. Son negociantes, con intereses económicos ligados al extranjero y creen en el dogma del libre comercio, la competitividad y las ventajas comparativas. En una ciudad con 300 mil desconectados, con consumo por debajo del promedio recomendado por la OMS y la tercera tarifa más cara en Colombia, es un abuso contra la población derrochar el dinero de los contribuyentes en este tipo de negocios y pagando intereses a buitres internacionales. Difícilmente EPM se mantendrá pública y difícilmente los antioqueños soportarán la infamia.    

[1] Gómez, Jorge. El sobregiro caro de EPM 2016.

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