Una decisión histórica

Nací en 1988, en Medellín, cuando el narcotráfico se expandía como un virus y asesinar policías era un negocio rentable. Algunos de mis familiares terminaron en la cárcel o asesinados porque una ciudad que empieza a perder su industria y no genera empleo, es caldo de cultivo para la ilegalidad y la ilegalidad era la única opción para no morirse de hambre.

Mi papá tenía una fábrica de zapatos, de 600 pares semanales, que les daba trabajo a seis hermanos de mi mamá, desplazados por la violencia guerrillera de Caucasia, municipio minero al norte de Antioquia. Hasta el 95, la fábrica dio resultado, después nos mudamos a Cúcuta, frontera con Venezuela.

Mis tíos también tenían fábricas de 20 trabajadores y máquinas importadas o producidas por un enorme almacén en Medellín que daba posibilidades a las empresas locales. Hoy, los trabajadores son tres, pegan las suelas con sacol o bóxer y el tercero de ellos, diferente a mi tío y su hijo, vende dulces en la calle durante enero y febrero que no hay temporada. Las empresas de 20 o más trabajadores son una rareza en Medellín y las consolidadas quieren desaparecer del radar de la DIAN para no ser castigados con onerosos impuestos.

En Cúcuta llegaba al colegio en bus y pasaba, todos los días, por la fábrica de Bavaria. No pocas veces las paredes se llenaban con graffitis que invitaban a la huelga o lucha de los obreros. Hoy, Bavaria fue comprada por la multinacional Sab Miller, y la fábrica es un parqueadero gigante que no genera ningún trabajo. La ciudad alcanzó a ser, en palabras de empresarios de Medellín, la mejor plaza para vender zapatos y ahora fluctúa según la relación con Venezuela y el contrabando. Crecieron sin necesidad del Estado y cuando caen siguen sin verlo.

Como alumno respete el conocimiento de los profesores y su libertad para difundirlos. Hoy, según el modelo, los docentes no tenemos un conocimiento superior al estudiante, somos guías para que ellos lo construyan. La eficiencia educativa, según el día E, se mide en los estudiantes que no pierden el año, menos pierden más eficientes. Y la libertad de cátedra es una quimera con la “expedición currículo” de la Secretaría de Educación y la necesidad de educar a los escolares para pruebas internacionales.

El modelo económico, llamado neoliberalismo, destruyó a Colombia, su vocación industrial y agrícola y su ego patriótico. Muy pocos se imaginan un país sin la dominación extranjera, sin pobres, incluyente, un país, como el lema de Carlos Gaviria, decente. El Polo nació para oponerse a esta visión de país. No solo para oponerse sino para construir una sociedad y un relato de Patria, con mayúscula, distinto. Y creo en ese relato. Creo que la redención de los humillados está en el trabajo bien pago e industrial y no en el emprendimiento; que la salud, sus avances y sus posibilidades, deben estar al servicio del ciudadano y no de las EPS; que los empresarios pueden pagar salarios altos si tienen consumidores, nacionales, bien pagos y una competencia extranjera leal, todo en contravía de los TLC; que la educación será pública, gratuita y de alta calidad, puesta al servicio del desarrollo nacional y que Colombia dignificará su nombre a todo nivel y en la lucha, unida y organizada, nuestros compatriotas escribirán las páginas más gloriosas de su historia.

Pertenecer al Polo es una decisión histórica, coherente con el sufrimiento que pretendo erradicar y que he visto en mis amigos, mis allegados y mi familia. Somos la respuesta a los malos gobiernos, no estamos para hacernos contar ni para conseguir un puesto en el Estado, apoyando a Santos por una coyuntura. Destruiremos el modelo para crear una gran nación. No es un proyecto solitario, es de grupo, pero yo, como el colibrí, pongo mi parte. Por eso, respaldo al senador Jorge Robledo, lista nacional número 12 al IV Congreso del Polo. Su lucha es mi historia.

El 19 de abril, vote en el tarjetón del POLO: Lista nacional número 12 y en la lista de Antioquia número 4 y el renglón número 16.   

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