«Creamos a DIDI para resolver los problemas de un niño del campo, no de la ciudad» Julio Domínguez

Julio Domínguez y sus alumnos del club de robótica Vicaguayarta de la vereda Yarumito, de Barbosa, diseñaron a DIDI, un robot que, por medio de un sensor de movimiento, comandos de voz y conexión wifi, ayuda a combatir el coronavirus. Dispensa gel antibacterial y te da mensajes para el autocuidado y la protección durante la pandemia.

Después de diez años viviendo en las veredas de Barbosa, Julio logró consolidar un grupo de niños campesinos interesados por la robótica. Los retos que le propone a sus estudiantes no son los habituales de los niños de ciudad, sus alumnos deben resolver, por medio de la tecnología, cómo organizar el techo de la casa, ponerle la comida al ganado, recoger agua, cómo evitar que un animal se coma la cosecha etc.

El “profe”, que aún no se gradúa de la universidad, creó a DIDI para que su club de robótica no naufragará en las dificultades que el Coronavirus produjo en los niños y adolescentes. Lo logró. No solamente lo mantuvo a flote, ahora, las mamás de sus alumnos venden a DIDI para sobrevivir. El vaso medio vacío habló con él.


¿Cómo nace la idea de DIDI?

Julio Domínguez: inicialmente fue como un reto. Uno de los alumnos me envió un video de un dispensador con una impresora 3D y me dijo “profe: ¿nosotros podemos hacer una así?” Yo le dije: de hacerlo, claro, pero que sea funcional y barato. En medio de la producción, me di cuenta que los componentes con los que los estaba armando se podía convertir en un kit de robótica súper buena para los niños, entonces, por ejemplo, los componentes no los estoy soldando si no que los estoy ensamblando con cables de ensamble, que después se pueden desarmar.


¿Y los recursos?

Julio Domínguez: teníamos el recurso para hacer un proyecto que nos está financiando una fundación: un sistema con una electroválvula y un sensor de turbiedad (grado de transparencia del agua) para acueductos veredales. Con el tema de COVID se paró y quedamos con un recurso económico quieto. Dijimos “vamos a arriesgarnos” y empezamos a meterle al proyecto de hacer alguna cosa para el COVID y salió esto.


¿De dónde salen los muchachos del proyecto?

Julio Domínguez: todos son de la vereda Yarumito. Inicialmente empezamos en ese sector y en Tamborcito y ampliamos a las veredas aledañas. Hice talleres buscando recolectar a los niños que estuvieran más interesados


¿En los colegios?J

ulio Domínguez: no, a través de las Aldeas (Agencias Locales de Desarrollo Autónomo), buscando niños incluso que estén desescolarizados y así empezaran a integrarse a procesos de participación comunitaria.Llegábamos a veredas donde habían niños de 8 a 10 años, con los que se trabajan, y otros que llegaban, pero casi siempre los que se quedan en el club son niños entre 12 y 16 años más o menos. Les vamos asignando roles, y ya los que estén más encarretados, los convertimos en coordinadores del club, otro se encarga de las comunicaciones y así los vamos motivando.


En este momento, ¿cuántos pertenecen al club?

Julio Domínguez: tenemos como grupo base en la vereda unos 4 o 5, y en cada una de las otras veredas a las que asistimos, tenemos grupitos por ahí de 7 u 8 niños que ya no son tan constantes.


Por lo que nos cuentas, es un proceso más complicado para un niño, ¿qué función tienen en la construcción de DIDÍ?

Julio Domínguez: ahí es donde viene lo interesante. Como es diseñado con partes que los muchachos conocen, cada uno tiene un rol, pero el diseño realmente lo asumo yo. Les distribuyo las tareas: unos sueldan las partes, otros las arman. En estos momentos, con la práctica, le cogieron el tiro y empezaron a hacerlo.


¿Cuánto puede costar un robot?

Julio Domínguez: nosotros los sacamos muy barato. Mucha gente nos jaló las orejas, diciéndonos que aumentáramos el precio, pero arrancamos con 150 mil la versión que habla y 100.000 la versión calladita.Vamos a hacer un programa con las mamás de los niños. Algunas me han dicho que quieren empezar a ser las vendedoras, a distribuirlos en los pueblos y les puedan pagar una comisión. Entonces vamos a subirle un poquito el precio, pero estamos en ese rango.


Cuando se acabe la pandemia, ¿DIDI quedará inservible o tiene otra función?

Julio Domínguez: será un kit de robótica. Vos tomas uno de estos dispensadores, lo desarmas y está hecho para que se convierta en un kit de robótica con su microcontrolador que conecta internet, con un servomotor de alto troque, sensor, led, resistencia, entonces, los componentes más costosos que tendría que tener un kit de robótica, ahí están. Los otros son más económicos.Los kits, cambiándole las piezas impresas, pueden servir para abrir una llave, alimentar animales automáticamente, hacer ciertas funciones con servomotores y controladores.


¿Cuántos han producido?

Llevamos vendidos alrededor de 8 DIDÍS y hemos producido 20. Yo sé que hay mucha gente que está a la espera de hacer el pedido, entonces creo que puede ir funcionando. En los almacenes donde los ponemos, se llena de gente. Estamos aprovechando el boom.


¿Son muchachos con necesidades o apoyo económico de algún lugar?

Julio Domínguez: son niños con muchas necesidades. Es precisamente lo que a mí más me duele. Hay niños con mucho talento y tienen que dejarlo porque deben trabajar. Uno se encuentra con unas inteligencias muy particulares y diferentes a los que encontrarías en un niño del club de robótica de la ciudad.


¿Alguno de los estudiantes tiene futuro como ingeniero, o algo de electrónica?

Julio Domínguez: si, el que nombré coordinador y trato de perfilar, tiene todo para seguir adelante. DIDI está diseñado básicamente para él, para que no se salga, no se vaya a poner a vender otras cosas, sino para generarle un puesto de Trabajo.Está a punto cumplir 17 años y en la casa le están diciendo “muy bueno la robótica y eso, pero…” ahora con las ventas y entrevistas en medios, logramos convencer a la familia.  

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