La caverna (José Saramago)

Cipriano Algor es un alfarero de 70 años y vive, lejos de la ciudad, en los suburbios, con su hija y su nuero, quien espera el anhelado ascenso a guardia residente. La alfarería, de lo que vivieron toda la existencia, está a punto de desaparecer, pues los productos de barro son reemplazados por el plástico que no se rompe y dura más años. La familia en crisis y con el nuero (Marcial) se trasladan al centro, donde los apartamentos son pequeños y amueblados de antemano, el espacio público no existe y el paisaje es devorado por las ingentes construcciones.  

Cipriano Algor y su familia no resisten vivir encerrados y a los tres días se devuelven a su antigua casa. Algor consigue una mujer para pasar la vida y deciden, los cuatro, sin trabajo ni posibilidades de conseguirlo, vivir de lo que se presente, “el tiempo dirá”.

La caverna es una crítica a la voracidad del progreso, que acaba con las construcciones sociales y el espacio público. Lo importante en el mercado, que no entiende de corazón ni de emociones, es conseguir dinero. Un excelente cuadro de personajes, sobre todo de Cipriano Algor. Ningún personaje está suelto. El perro, Encontrado, tampoco lo está.

Algunas escenas brillan por su cotidianidad y belleza. Los diálogos, un tanto transcendentales y profundos a mí gustó, no concuerdan con la simpleza de los personajes. Sin embargo, este aspecto no entorpece el concepto elaborado por el autor galardonado con el Nobel en 1998. 

La caverna expresa el dolor que deja tras sí la revolución económica, que no piensa en seres humanos, aunque, y siempre será así, el derrotado, eterno personaje en los libros de José Saramago, encuentra las manera de ser feliz, incluso no siéndolo.

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