Kip Largo es un ex estafador que sale de la cárcel. Trabaja miserablemente en una tintorería, pero es feliz y está en paz hasta que llega su hijo. Tiene una deuda muy pesada con la mafia rusa y necesita que su papá le ayude. Sin querer, KIP inventa una estafa, vuelve al juego.
Laura Napier, la esposa “maltratada” de un magnate, le propone estafar a su marido. Kip consigue cómplices, entre esos su hijo. Montan una empresa informática que duplica el dinero apostado en la bolsa de valores con velocidad. Napier cae.
La relación entre padre e hijo mejora, pero al final todo cambia. Kip duda de todos: de Laura, de Jess (una cómplice que apareció de la nada a ayudarlos) y de su mismo hijo. Cambia el juego: con la empresa él y Ed Napier tumbarán al mafioso ruso. Todos ganan, menos la esposa “maltratada” y el ruso.
EL FBI necesita al ruso así que Kip pone una trampa y se da cuenta, para su sorpresa, que su hijo está detrás de todo: se acostaba con la esposa de Napier y negoció con el ruso para tumbar a su padre. Kip decide acabar la trampa e ir a la cárcel por su hijo. Es su único y último acto de amor.
Los estafadores es un buen libro, de fácil lectura. Es muy entretenido pero hay algo que falla. En varios capítulos, Kip parece estar hablando desde el futuro y en otros desde el pasado. Como si estuviera escribiendo una carta o un guión. Es un espacio vacío que nunca logré develar.
Cosas que aprendí en el libro:
- En la década de 1890, en Estados Unidos los telegrafistas se volvieron estafadores. Viajaban por el mundo haciéndole creer a los apostadores que recibían los resultados antes y podían retrasarlos para que la persona cambiara su apuesta. Se complicó muchísimo y al final, con la llegada de nueva tecnología murió. ¿Cómo hacía el telegrafista para timar? Daba una instrucción y después decía: “eso no era, era de otra manera”. La persona ya había perdido la plata.