Sobre El tango de la guardia vieja de Arturo Pérez-Reverte

Max Costa es un bailarín de tango mundano. Pobre, argentino y ladrón. Desde pequeño le fascinó el ostentoso mundo de la burguesía y con los modales de gentleman, que aprendió de un amigo de la cárcel, enamora señoritas de clase alta, les hace el amor y las roba. Es la manera en que se ha ganado la vida. Con 64 años, ahora, Max es chofer de un rico en Sorrento, sin hijos, ni preocupaciones. Pero las cosas cambiarán.

Hace 30 años conoció a Mecha Inzunza, cuando ella y su marido, Armando De Troeye, buscaban el tango perfecto. Recurrieron a los servicios de Max para conocer los antros argentinos: La Ferroviaria, bar en el que, según el bailarín mundano, aún se practicaba el tango original, sexual, provocador y, algunas veces, entre hombres: El Tango de la guardia vieja, previo a que los italianos y franceses lo inundarán de buenas maneras y bandoneón. Esa noche, con hachís y cocaína, De Troeye ve como su esposa y Max se revuelcan en la cama, de una manera violenta, después de insinuarse durante el baile; ella, sumisa, agresiva y perfecta acompañante y él, admirable bailarín y sorprendido por furia dócil de su amante. Al despertar Max le roba un collar de perlas a Mecha y le da, sin querer, la inspiración a De Troeye para componer el tango. Empieza la historia de amor.

Nueve años después se encuentran en Niza. Max es obligado por los fascistas italianos a robar unos sobres del banquero y capitalista de los franquistas en España, quienes también tienen un hombre buscándolos. Son bandos amigos y los dos actúan por separado obligando a Max. La hermana del banquero es amiga de Mecha. Max se cuela, con la experiencia de toda una vida, en la cena y roba los papeles. Cuando los entrega, el franquista ha matado a los italianos. Se cruzan en una pelea, Max, que antes de bailarín fue militar, gana, aunque es cortado en una pierna y sufre varios golpes. Max se cura con Mecha y esta vez, es obvio, en el sexo se viene dentro de la mujer. Max, como un hidalgo que vive de su sable y caballo, vuelve a dejar al amor de su vida sola.30 años después de Niza se encuentran en el Sorrento italiano. Los dos están viejos, pero Mecha tiene un hijo: Jorge Keller (es hijo de Max) genio del ajedrez y disputa, con Mijail Solokov, el campeonato mundial.

Mecha le pide a Max que robé el libro, dónde los ajedrecistas guardan la experiencia de su vida, del ruso. Con dificultad, el bailarín mundano, lo hace. Después del hurto, la KBG, ya es tema de Estado, lo tortura. Logra sobrevivir, Mecha lo cura y vuelve a mirarlo con la admiración y el amor de hace años. En la mañana, con 64 años, herido, con aprendizaje, victorias y derrotas por montón, Max vuelve a su caballo y a su sable.

Durante tres tiempos distintos transcurre la historia: previo a la crisis del 29, durante la Guerra Civil española y en la época de la Guerra fría. Sin embargo, Ni Max ni Mecha son protagonistas principales. Las guerras, salvo en el encargo que se le hace a Max, no los toca. Un aspecto extraño de los libros de Reverte donde los personajes participan, de manera activa, en el campo de Batalla.

El cuadro de personajes está bien definido por Reverte, especialmente, Max, ventana por la que se cuenta la historia. Solitario, amable, pícaro, Max es un resentido social. A través de las mujeres, a las que accede fácilmente desde joven, penetra el mundo de la opulencia, de las buenas formas y tratos y de la riqueza. Mecha Inzunza también logra picos altos de descripción, lados oscuros que atravesó con su marido: le gusta la violencia en la cama. Max es el héroe cansado de todos los libros anteriores del gran autor español. Hombre bueno o no tan bueno en un mundo hostil: Falques del Pintor de Batallas, Diego Alatriste del capitán Alatriste, Jaime Astarloa del Maestro de Esgrima, Márquez de Territorio Comanche y Frederic en El Húsar. Segundones que siguen las órdenes de un canalla. Mecha es la misma mujer de sus anteriores publicaciones: Olvido, Angélica del Alquezar y Adela de Otero. Una búsqueda, durante toda la obra, de la mujer con M Mayúscula de sus libros y conferencias. Explicaba Reverte, a través de un cantinero del libro, que el mundo está hecho para que ciertas mujeres pasen por él, con un fuego en la espalda. Esta mujer, supone el lector, es Mecha. ¿Y qué tiene Mecha de especial? Nada. Plata.    

En El tango de la guardia vieja existe, como en todos los libros de Reverte, una precisión en el lenguaje que permite situar al lector en el ambiente que escribe. Las formas de sentarse, el pelo y la gomina, los vestidos en la mañana, en la tarde, quizás, en exceso. Solo a las personas ricas se les describe el vestuario. Los pobres, que no pertenecen al mundo que frecuenta Mecha ni Max, pasan sin un comentario.Es un buen libro. De diálogos acertados y esclarecedores de personalidades, acordes con la naturaleza del personaje. Una historia de intriga, de fácil lectura. Un clásico libro de Reverte.

Dos cosas, sin embargo, dañan el libro. Uno: Mecha le dice, después de 30 años, que Jorge Keller es su hijo. Típico de la tele novelas mexicanas. En este caso, esa información no cambia nada, ni agrega elementos nuevos al drama. Max, es decir, Reverte, se preguntará por qué le ocurre eso, inverosímil, de novela. Recurso que no salva la cursilería de la historia. Punto bajo en la obra. Dos: las descripciones, muy pocas, de Reverte no son reales y recurren a la exageración en la que pierde la escritura. Unas piernas pueden ser perfectas, aunque el adjetivo dista mucho de ser apropiado, según los ojos de quién mire. Max enamorado de Mecha la miraba como si fuera perfecta, se entiende. Pero en la misma descripción esas piernas son infinitas.

¿Cómo? ¿Qué son piernas infinitas? Y así en varios retratos que se hacen en la obra. Segundo punto bajo.Los diálogos son tan importantes en la obra, que su clímax, creo yo, se alcanza en un reproche, contenido durante años, que Max le hace a Mecha. Toda la rabia de la pobreza ante la indiferencia del rico, el chantaje a una vida de comodidad que nunca tuvo y el amor imposible de  distintas clases sociales, que solo la mentira hizo posible.  

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