¿Por qué apoyar el paro cafetero?

Esta podría ser una columna llena de datos y cifras. La caída de la producción del café, la pérdida de territorio cafetero frente a la gran minería transnacional, los costos versus los gastos, la revaluación, los tratados de libre comercio, etc. Pero no lo es. Sobra decir que la razón la tienen las personas que conforman el Movimiento por la defensa y dignidad cafetera. La situación del sector es grave; el Gobierno no atiende los reclamos y la gente pasa hambre. Sin embargo, ¿por qué alguien que no toma café por problemas en el estómago y no tiene un solo familiar que viva de la siembra y recolección apoya, y se movilizará con los cafeteros?

No somos islas aparte, completos en sí mismos, escribía John Donne. Somos animales políticos que vivimos, por esos somos humanos, mientras socialicemos con nuestros semejantes. La idea del hombre solo, individual, nos la vendió el post modernismo, negando que seamos producto de una historia de construcción social. Para ellos, que comunizaron la idea del individualismo, debemos ocuparnos de escalar afilando los codos, viviendo alejados del otro, de la economía, de la política, empujando al más débil. Se puede estar en la vida así, obvio, pero tenemos una responsabilidad ética con las personas; un contrato social que nos obliga a ayudar al débil, al que vive en condiciones indignas, en este caso a los cafeteros. No serlos, ser indiferente, crueles, es una traición a la humanidad, según las palabras de Chesterton.  

Somos solidarios porque toda muerte nos disminuye como humanos, al igual verlos sometidos a la pobreza extrema, so pretexto de capital internacional, condiciones macroeconómicas y fluctuaciones en la bolsa de valores.

Los cafeteros viven una crisis profunda. Mandaron cartas, hicieron movilizaciones, foros, hablaron con más cafeteros y el Gobierno Nacional no los escuchó. Ciegos por la doctrina neoliberal y sordos a las exigencias agrarias, abandonaron a los campesinos, y a todo el país, a su suerte. Es el fiel reflejo del neoliberalismo: Estado mínimo, propiedad privada e individualismo. Quién sobreviva deja a su paso una estela de explotación y sangre. No funciona como sueñan en la Organización Mundial del Comercio, es, en realidad, un picnic de buitres.

Mañana, 25 de febrero, los cafeteros pararán sus actividades para que el Gobierno los escuche. Desde Espartaco, pasando Robespierre en la Revolución francesa y Lenin en la Revolución bolchevique, hasta los obreros de Haymarket, ningún derecho ha sido regalado, se le arrebata a la oligarquía. Santos, con seguridad, oirá el reclamo de los cafeteros de toda Colombia. La medida es radical, pero ante la iniquidad y la desatención solo queda la desobediencia civil; el paro es justo y son justas sus peticiones.

La gloria está en las películas que aplaudimos, en los besos que damos y en las muchas veces que bailamos y hacemos el amor y nadie besa solo. Lo social le da sentido a nuestra existencia, defender las nobles causas, comprometerse con el otro. Y yo, que no tengo nada que ver con la caficultura, los voy a apoyar, me voy a movilizar.

Apoyo el paro de Sintra carbón, la resistencia de los lecheros, arroceros, maiceros, los corteros de caña, las justas peticiones de los industriales nacionales en contra de los tratados de libre comercio, el reclamo de los afectados por el aumento del predial, la disputa palestina por su Estado y toda lucha que emprenda la sociedad por sus derechos; por ellos también marcharía. En la solidaridad, en el apoyo a los desposeídos del mundo está la salvación de nuestro país.

¡Viva el paro cafetero!

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