Un libro enorme para la cuarentena

Santander nació en Villa del Rosario en 1792 y murió 1840. Este año, se cumplen 180 años de la muerte del Gran hombre de las leyes, calificativo que le dio el Libertador Simón Bolívar. Su abuelo y varios de sus tíos, participaron de la revolución comunera que inició en girón Santander y fue el germen de la Independencia de la Gran Colombia de la Corona española. 

Estudió en un colegio de monjes, San Bartolomé y fue aceptado en la incipiente universidad para estudiar derecho. En esa época, la mayoría de las personas estudiaban para ser abogados o sacerdotes.

Sus inicios en las gestas y batallas las hizo en la guerra civil entre centralistas y federalistas después del grito de Independencia, al mando del general Atanasio Girardot. Junto al coronel Manuel del Castillo y Rada se opone a la invasión militar de Bolívar a Venezuela por la vía a Cúcuta, conocida como la campaña admirable. Los hechos posteriores, la retoma en menos de un día de Caracas por parte de los españoles y la muerte de importantes miembros del ejército Libertador le dieron la razón. Es una de las verdades que incomoda a los amantes de Simón Bolívar.

Por diferentes acontecimientos, termina en los llanos donde se repliega ante la ofensiva de Morillo y sus tropas. Se esconde entre la vastedad del llano y ataca por sorpresa. Empiezan sus diferencias con Páez, comandante venezolano, que serán definitivas para la separación de la gran Colombia. Cuando triunfan, Santander le aconseja a Bolívar atravesar el páramo de Pisba para tomar de sorpresa al ejército realista. El Libertador no quería.

Juega un papel fundamental en la batalla final del 7 de agosto. Tanto, que el mismo Bolívar le escribe:

(…) ¿No fue V.E. el primero que levantó un ejército para oponerse a la invasión de Casanare por nuestros poderosos enemigos? ¿No fue V.E. el primero en derramar su sangre en Gámeza y el primero en Vargas y Boyacá en prodigar su vida? (…)[1]

Hasta el momento, cuenta Pilar Moreno de Ángel, no existen contradicciones con Bolívar. El libertador es elegido presidente y Santander vicepresidente, en una reñida disputa con Antonio Nariño. Bolívar deja encargado a Santander del país, mientras libera Venezuela, Ecuador, Perú y crea Bolivia.

Santander organiza las finanzas del país, transforma y promueve la educación pública con la creación de numerosos colegios por toda Colombia, entre ellos, el que después terminaría convertido en la Universidad Nacional. Sus enemigos lo acusan de despotismo al fusilar a 38 presos españoles y uno más que gritó en la calle: “Ya vienen los de atrás”, haciendo referencia a Samanó y sus tropas. En efecto, fue un acto duro pero necesario para dar un mensaje: la Independencia no tenía vuelta de hoja.

En esa época muere Antonio Nariño. Santander acude a su velorio, pero no dice nada, ni una palabra para un hombre que dio, literalmente, la mitad de su vida por la causa de la libertad. Muy mal hecho.

En Venezuela y aquí empieza todas las desgracias del país, Páez, el León de Apure, mal aconsejado por sus asesores, se intenta levantar contra el Gobierno central. Una de las razones es la elección de Bogotá como capital del país. Santander no puede contenerlo. Los odios son de antaño. Pide la ayuda de Bolívar que ya había redactado la constitución boliviana: presidente vitalicio, vicepresidente también, un ejecutivo ultra poderoso y un legislativo casi de pantomima. Era una monarquía. Santander se opone.

Páez envía a sus emisarios para hablar con Bolívar. Lo convencen del «desastre» de Santander. Él sería presidente y Páez vicepresidente vitalicio. Bustamante se levanta en el Perú contra la constitución de Bolívar y Santander celebra con una fiesta en la capital.

Bolívar vuele y se proclama Libertador presidente con plenos y exagerados poderes. Es una dictadura. Restablece la educación religiosa en contravía de Santander y lo más avanzado de la época. En una fiesta, Manuela Sáenz, amante eterna del Libertador, crea un muñeco con la figura de Santander y pide a seis militares que lo “ejecuten”. Santander es relevado de su vicepresidencia. Entonces sucede la conspiración septembrina. Partidarios de Santander, especialmente jóvenes, intentan asesinar a Bolívar.  El hombre de las leyes no tiene nada que ver. Estaba atendiendo el parto de su hermana.

Es declarado culpable, en un juicio amañado y lleno de testigos falsos. Es condenado a destierro eterno. En el viaje que lo sacará de Colombia sufre lo indecible hasta la intervención de Sucre con Bolívar.

En su periplo por Europa y Estados Unidos, Santander se entrevista con grandes personalidades de la época e historia universal. Jeremías Bentham, padre de la nueva educación que regiría Colombia; Arthur Schopenhauer, reconocido filosofo; Lafayette, celebre francés que participó de la independencia norteamericana y que, sin éxito, trata de reconciliar a Bolívar y Santander y Alexander von Humboldt, naturista prusiano, que define al Libertador durante su época de dictador: “es un hombre con poder rodeado de aduladores. Es imposible que no se pierda”.

Después de la muerte de Bolívar, de la que jamás se alegra, es elegido presidente de la Nueva Granada. Ya se han separado Venezuela (Páez traiciona a Bolívar) y con Perú hay una guerra civil. A su regreso, un toque feo, pide sus salarios retenidos por la persecución y daños de sus inmuebles, cosa que nunca ocurrió. Bolívar respetó los ingresos de Santander de su hacienda Hato.

Santander enfrenta la curia en la lucha por una educación de calidad y el intento de imponer la visión de Bentham en colegios y universidades. La contradicción es tan grande que, ante la negativa de la Iglesia, le escribe al doctor José Manuel Restrepo, quién había pedido suprimir al utilitarista inglés del curso de estudios: “Conociendo que Bogotá es un convento de frailes, tengo 1500 soldados para hacer cumplir la voluntad del gobierno; las enseñanzas de Bentham no pueden cambiarse”.[2]

Enfrenta, también, la conspiración de Sarda y Serna, dos fanáticos bolivarianos protegidos por la Iglesia. Lo intentan asesinar para volver a las ideas originales de la dictadura del Libertador. Santander los manda a espiar, encuentran al primero y lo asesinan. Fue una ejecución extrajudicial. Aunque Santander niega su relación con los hechos, la autora afirma que hay documentación suficiente para creer que el hombre de las leyes dio la orden. La escena del asesinato de Sarda está notablemente contada. 

En su segundo mandato, Santander deja un país con un superávit de más de un millón de pesos mientras Bolívar lo había dejado casi en la quiebra. Aunque intenta retirarse, es elegido Representante a la Cámara. En su último discurso, pleno de educación, calidad y conocimiento jurídico, se defiende de las acusaciones de sus enemigos. Muere el 6 de mayo de 1840.

Santander con sus luces y sombras, no es el enemigo cruel, avaro, hipócrita que nos pintan los círculos bolivarianos. Fue un hombre grande, constructor de lo mejor que tenemos como país. 

Este breve resumen no hace honor al brillante libro de Pilar Moreno de Ángel. La documentación es extensa, al igual que sus escenas. Son 1127 páginas de reflexiones, análisis y apego a la rigurosidad histórica que amerita la importancia del personaje. Creo que todo colombiano debería leer el libro.

Si conocemos nuestros gloriosos cimientos, tal vez construyamos un mejor país.

[1] Santander. Pilar Moreno de Ángel. Pág. 286

[2] IBID. Página 962

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