Segunda parte de Los pilares de la tierra, el gran best seller del autor inglés. Esta vez, y de nuevo en Kingsbridge, Caris, Ralph y Merthin están jugando en el bosque, por fuera del priorato. La catedral que se construyó en el primer libro se alza imponente y Anthony, el nuevo prior, es diferente al que llenó de gloria en el libro pasado. Anticuado, conservador.
Marthin, Caris y Ralph se encuentran con Thomas Langley, un caballero que lucha para sobrevivir.. Thomas le pide ayuda a Merthin para guardar un secreto, una carta del mismo rey Eduardo, y se vuelve monje.
Transcurren los años. Merthin se convierte en constructor, Caris es su novia pero no quiere casarse con él y Ralph en escudero, cruel y despiadado, del arzobispo. Ayudan a elegir a Godwyn como prior porque prometía mejoras para el priorato. No ocurren. Se insertan en una disputa fuerte entre la comunidad, el gremio de constructores, el mayordomo, Edmund, padre de Caris y el priorato. A punto de elegir nuevo mayordomo, Caris es acusada de brujería, por ser la principal candidata a ganar. Se esconde en el convento y Merthin huye a Florencia donde se hace rico.
Llega la peste. En Florencia muere el 50% de la población, la esposa de Merthin muere y él, que aunque contrajo la enfermedad, se recupera. En su recuperación decide volver a casa y casarse con Caris. Ella lo rechaza por segunda vez.
Mientras tanto aparecen varios personajes importantes, aunque secundarios: Gwenda, amiga de Caris. Su padre la intentó vender por una vaca. Se casa con Wulfric, un peli rojo muy bonito para ella, que tiene problemas con Ralph. Tiene a Sam, hijo de Ralph, cuando la viola.
Godwyn y Philemon, prior y sub prior de Kinsgridbe. Son malas personas. Huyen del priorato apenas inicia la peste y en St John Forest muere Godwyn y Philemon escapa. Philemon será el futuro prior de Kingsbridge.
En la parte final, Caris renuncia a sus votos para casarse con Merthin, levantan un hospital para separar a los enfermos de la peste del resto. Merthin mejora la catedral que haría Jack Builder, pariente lejano suyo, y la convierte en la más alta de Inglaterra. Ralph muere asesinado por su hijo.
Un mundo sin fin es un buen libro. Escrito en el 2007, casi 20 años después de los Pilares de la Tierra. La documentación sobre la peste y el estilo de vida de la época es excelente. Recrea de manera fidedigna lo que ocurrió en la época y lo que imagina, es acorde con los sucesos que se presentaron y tenemos conocimiento.
La descripción de la peste, quiénes creían, los métodos utilizados, y los sucesivos “picos” de pandemia, son casi una descripción, guardando las proporciones, de lo que ocurre en este momento con el Coronavirus. Seguimos invocando a dioses para salvarnos y despreciando la ciencia como método, probado y seguro, de curar enfermedades.
Según la crítica, el libro no cumplió las expectativas. A mi juicio, utiliza la misma estructura de Los pilares de la tierra: conflictos con monjes, amores prohibidos, alguien escapa de Kinsgbridge, alguien lo sigue, y vuelven como héroes. Sin embargo, está muy bien contado, ágil y al final el cuadro de personajes tiene su capítulo y conclusión.
En Los pilares de la tierra y en Un mundo sin fin, la participación de la mujer, en 1117 y 1337, es muy importante para la sociedad. Quieren escapar del machismo y no ser simples objetos de los hombres. Los pilares de la tierra fue escrito en 1988.
Nota: algunos datos de época que arroja Ken Follet.
- Las personas se lavaban las manos y la cara todos los días. Las partes privadas una vez a la semana y el baño entero, síntoma de mala salud en la época, dos veces al año.
- Los monjes escribían sus textos en pergamino y piel lisa y blanca. No les gustaba el papel, lo creían un invento musulmán, de los infieles.
- El señor del feudo debía consultar en los juicios a doce aldeanos de buena posición: un jurado. La costumbre se heredó de la invasión francesa.
- Las beguinas eran monjas que no obedecían ninguna regla, sus votos eran provisionales y no aceptaban el control de los hombres.
- En Italia, el transporte de enfermos o muertos por la peste creó un nuevo trabajo: los becchini. Cobraban fortunas por su quehacer.
- Los monjes recogían sus ganancias de: los arriendos, beneficios del comercio e industria (diezmo), explotación agraria, beneficios del molino, derechos de tránsito fluvial, tributo de los puestos del mercado, donativos y venta de libros.
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